El restaurante que ha renunciado a su estrella Michelin para contentar a sus clientes locales: “Éramos inaccesibles”
El establecimiento francés Maison Claude Darroze, localizado en Langon, ha renunciado al galardón y ha bajado sus precios un 30% por su clientela.


Obtener una estrella Michelin es uno de los logros más prestigiosos para un restaurante. Para muchos chefs, recibir este reconocimiento es el culmen de su carrera, un símbolo de excelencia culinaria que los coloca en la élite del sector. Sin embargo, detrás de esta distinción se esconde un dilema que afecta directamente a la sostenibilidad de muchos negocios gastronómicos: la necesidad de subir los precios para mantenerse competitivos y garantizar la calidad prometida por la estrella Michelin.
Los comensales, atraídos por la fama de la estrella, buscan experimentar la gastronomía de primer nivel, lo que puede traducirse en un aumento significativo de las reservas, pero también de los precios. Así, mientras muchos propietarios lo ven como una suerte para poder ingresar más por su trabajo, otros lo consideran una lacra, porque les separa del servicio que habían estado dando hasta el momento, con una clientela totalmente diferente a la habitual.
Esto último es lo que le ha sucedido al restaurante francés Maison Claude Darroze, situado en la localidad gala de Langon, cuyo propietario ha decidido renunciar a la estrella Michelin, una locura que él mismo ha argumentado: “Nos habíamos vuelto inaccesibles para gran parte de la clientela local”.
Y no solo han renunciado a la gran distinción culinaria, sino que también han decidido, para cuidar a sus clientes de siempre, bajar los precios un 30 por ciento, con la intención de seguir teniéndoles próximos: “Son personas que quiero tener cerca. Crecí aquí”, dice el chef.
Origen de la Guía Michelin
La Guía Michelin fue creada en Clermont-Ferrand, en el centro de Francia, por los hermanos André y Edouard Michelin, quienes fundaron la empresa de neumáticos que lleva su nombre. Estos regalaban el famoso cuaderno de tapas rojas con recomendaciones de viaje para animar a los conductores a usar su vehículo. Sin embargo, pasó a ser de pago en 1920 cuando uno de los hermanos se dio cuenta de que en algunos talleres usaban el volumen para calzar los coches.
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Tres años más tarde, además de las recomendaciones sobre carreteras, talleres o dónde repostar, la Guía Michelin añadió la rúbrica “Hoteles y restaurantes recomendados”. Una sección que empezó a suscitar un gran interés, por lo que los hermanos Michelin reclutaron un equipo de misteriosos comensales, los conocidos hoy como “inspectores”, para que visitaran y valoraran de forma anónima los restaurantes, que después se calificaron con su reconocido sistema de estrellas.
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