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El gran problema de MLB se llama Tampa Bay Rays

Rays está en la pelea de playoffs, pero su sede temporal representa un déficit económico

Con récord de 46-35, Rays está a medio juego de Yankees en el Este de Liga Americana.
JULIO AGUILAR | AFP
Ariel Velázquez
Especialista en periodismo deportivo con vocación en investigación y en artículos de largo aliento.
Estados Unidos Actualizado a

Mientras los Tampa Bay Rays se acercan sigilosamente a la cima del Este de la Liga Americana, a sólo medio juego de los Yankees antes de iniciar la jornada del fin de semana, otra batalla se libra pero no con el bateo el guante, sino en oficinas, balances y mapas logísticos. En un escenario que no se tenía calculado, el equipo con la mejor marca de MLB desde el 8 de mayo podría disputar los playoffs en un estadio de pretemporada con capacidad para apenas 10,046 aficionados: el Steinbrenner Field, en Tampa, Florida.

Una combinación de circunstancias ha convertido a los Rays en una anomalía competitiva y financiera. El huracán que arrancó el techo del Tropicana Field en octubre pasado obligó al club a instalarse provisionalmente en el complejo de primavera de los Yankees, al otro lado de la bahía. Desde entonces, los Rays no sólo han sobrevivido: han prosperado. Con récord de 16-5 en su “casa de alquiler” desde el 19 de mayo y 28-14 en total desde el 8 de mayo, mejor marca de las Grandes Ligas en ese lapso,, Tampa Bay ha reescrito su temporada. Pero el calendario, la proyección de ganancias y los intereses de la liga no están diseñados para equipos nómadas.

El estadio más pequeño, el problema más grande

En teoría, Steinbrenner Field podría ser suficiente para albergar la ronda de comodines e incluso la Serie Divisional. Pero las exigencias de logística y negocio convierten cualquier avance posterior en una pesadilla operativa.

De acuerdo con un reporte de The Athletic, la MLB, que ya ha entablado conversaciones con la franquicia sobre posibles sedes de postemporada, enfrenta una disyuntiva: el estadio no cumple con los requerimientos básicos para una Serie de Campeonato o una Serie Mundial. Tan sólo en boletaje reservado para jugadores, patrocinadores, medios, y socios comerciales, se estima que se necesitan al menos 7,500 entradas —más del 74 por ciento del aforo del Steinbrenner. A eso se suma un palco de prensa con apenas 29 lugares y una infraestructura televisiva pensada para marzo, no para octubre.

Desde el punto de vista económico, el problema es todavía más incómodo. En postemporada, los jugadores reciben el 60 por ciento de la taquilla de los primeros juegos garantizados de cada ronda (dos en la de comodines, tres en la divisional, y cuatro en LCS y Serie Mundial). Una sede con poco aforo no sólo reduce esa bolsa, sino que puede convertir un logro deportivo en una decepción financiera. En números gruesos, cada partido perdido en recaudación puede representar cientos de miles de dólares menos por jugador.

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Y si bien los Rays han tenido históricamente una relación incómoda con la asistencia, sus partidos en Steinbrenner han sido una excepción. De los primeros 50 juegos ahí, 42 se vendieron por completo. Sin embargo, ese lleno apenas representa una cuarta parte del potencial recaudatorio de un estadio como el Yankee Stadium, el Minute Maid Park o el Dodger Stadium.

¿Y si los mandan a Miami?

La solución para muchos sería mudar a los Rays a una sede neutral como el LoanDepot Park en Miami o incluso el Truist Park de Atlanta, implica otro costo: el deportivo. ¿Debe un equipo que gana su división ceder su localía a cambio de más asientos vendidos? ¿Qué pesa más, el mérito competitivo o la necesidad logística? Y en el fondo, ¿puede una liga permitir que sus juegos más importantes se celebren en una instalación sin las cámaras, ángulos y tomas que exigen las transmisiones modernas?

La televisión tiene sus propios estándares. En Steinbrenner Field, la cámara principal está baja, obstruida por redes y postes verticales. El diseño del parque obliga a construir plataformas y tender cableado adicional para alcanzar el mínimo requerido para las televisoras con derechos. La imagen no sólo cambia: se empobrece.

Los Rays están atrapados entre su propio éxito y sus limitaciones estructurales. Una franquicia que ha logrado mantenerse competitiva, seis clasificaciones a playoffs en siete años, con una de las nóminas más bajas de MLB, ahora podría enfrentar el absurdo de ser demasiado buena para su propio estadio. A diferencia de 2023, cuando apenas 20 mil personas asistieron a cada uno de sus dos juegos de playoffs en Tropicana Field, esta versión 2025 ha generado una base de aficionados que los quiere ver… pero no tiene dónde.

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