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Los lanzamientos de curvas están desapareciendo entre los pitchers de Grandes Ligas

En la actualidad, el beisbol de MLB ha cambiado de prioridades y está dominado por lanzallamas

Clayton Kershaw en el All-Star Game
Alex Trautwig
Ariel Velázquez
Especialista en periodismo deportivo con vocación en investigación y en artículos de largo aliento.
Estados Unidos Actualizado a

En la industria de Major League Baseball, donde el montículo se convierte en una atracción nacional e internacional, existe un lanzamiento que siempre robó cámara. No es una muestra de poder, sino un despliegue artístico: la curva. Un pitcheo que no golpea con brutalidad, sino que seduce al bateador a un engaño visual. Sale de la mano con la delicadeza de un escultor y cae como si la gravedad se pusiera de acuerdo para burlarse del tiempo y el espacio.

En muchas circunstancias del juego, lanzar una buena curva es como recitar poesía en medio de una pelea callejera. Se necesita técnica, confianza, y sobre todo, el deseo de domar la violencia del juego con inteligencia. El ángulo es perfecto, el giro es hipnótico y la caída repentina deja a los bateadores congelados o balanceándose al aire. Es la magia que convierte a los pitchers en artistas.

Durante un siglo y medio, la curva fue el secreto mejor guardado del montículo. Inventada, según cuentan, en 1863 por un niño llamado Candy Cummings que tiraba conchas al mar. Fue el primer lanzamiento en transformar a los pitchers en magos, no en guerreros. El Salón de la Fama está lleno de brazos que transformaron una simple pelota en un instrumento de engaño: Bert Blyleven, Sandy Coufax, Nolan Ryan y próximamente Clayton Kershaw. Dueños de la parábola, de un arma que convertía a los bateadores en estatuas.

Pero todo imperio tiene su caída.

El ocaso de la curva

La curva ha sido borrada del mapa a un ritmo vertiginoso. En 2019, representaba el 10.7 por ciento de los lanzamientos en Grandes Ligas. Hoy, apenas sobrevive con un 8.5% de acuerdo con datos recopilados por la agencia AP. El año pasado se registró su uso más bajo desde que MLB comenzó a rastrear lanzamientos en 2008, y tan sólo en 2024 se enviaron 22,962 curvas. Es un éxodo silencioso, una desaparición camuflada en la evolución del juego.

Los Athletics, paradigma de la modernidad beisbolera por el uso de la sabermatría y otros instrumentos de medición, lanzan curvas en apenas el 2.5 por ciento de sus pitcheos.

La dictadura del radar

El beisbol moderno ha cambiado sus prioridades. La velocidad, antes un atributo, se ha convertido en obsesión. Si el eslogan de la era de los esteroides fue "Chicks dig the long ball", el de la actualidad podría ser “Velo rules”. En 2008 se registraron 214 lanzamientos superiores a 100 millas por hora. En 2024, fueron 3,880, una multiplicación que transforma cada juego en una competencia de lanzallamas.

Paul Skenes, Jacob Misiorowski, Chase Burns, son algunos de los pitchers que conforman la nueva generación que tienen cañones en los brazos.

La recta promedio viaja a un récord de 94.4 mph. Los sliders, sweepers y cutters representan hoy más del 22% de los lanzamientos, cuando en 2008 apenas rozaban el 14%. Los entrenadores, como Scott Emerson de Athletics, lo dice.

“El swing fallido se ha vuelto más prioritario que el engaño”. La búsqueda de movimiento horizontal, la violencia del slider en la parte baja de la zona, reemplazaron el encanto vertical de la curva.

Mientras los lanzadores abridores son empujados a salir tras 85 lanzamientos y cinco entradas, la paciencia para desarrollar curvas se ha evaporado. Es más sencillo enseñar un slider que controlar el fino arte de lanzar una pelota con caída de montaña rusa.

La historia dicta que los lanzadores legendarios eran más que fuerza bruta. Koufax dominó con curvas. Kershaw construyó una carrera de Salón de la Fama con el combo slider y curva. Max Fried conquista el Bronx, pero a pesar de eso, hoy, esa tradición está por terminar.

Incluso quienes apuestan por las curvas, como los Rockies, líderes en frecuencia de curvas con 15.6%, lo hacen sin recompensa: un equipo en camino a una histórica marca de 125 derrotas, lo que reafirma la tendencia de que la curva es un arte bello, pero ineficaz para la brutalidad del juego moderno.

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En la búsqueda de velocidad, el juego se vuelve más corto, más homogéneo, más predecible. La curva sobrevive como el último poema en una industria que es dominada por la velocidad, pero ¿hasta cuándo?.

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