¿Puede Donald Trump obligar a los Commanders a volver a ser los Redskins?
Una nueva guerra cultural ha iniciado para tratar de reinstalar el mote de Redskins en la NFL


En Washington, el corazón político de Estados Unidos, donde cada pulgada de terreno es disputa, el viejo sitio del RFK Stadium —hoy un lote baldío— volvió a colocarse en el centro de la conversación. No por sus planos arquitectónicos, ni por el ambicioso proyecto de 3,800 millones de dólares que busca instalar allí el nuevo estadio de los Washington Commanders, sino por un nombre que ya no existe oficialmente: Redskins.
Donald Trump, en su segundo mandato como presidente de Estados Unidos, ha convertido esa palabra en su nueva arma política. Durante las últimas dos semanas, el presidente ha insistido en que el equipo debe retomar su antiguo nombre, eliminado en 2020 por su carga racista e influenciado por el asesinato de George Floyd que dio pie al nacimiento de Black Lives Matter, un movimiento que llevó a gran parte de Estados Unidos a tomar conciencia del racismo institucional.
El domingo Trump fue más claro que en días pasados: desde su red Truth Social amenazó con frenar el proyecto del estadio si los Commanders no “reparan” lo que él llama un error cultural. El lunes, su secretaria de prensa Karoline Leavitt reforzó el mensaje con una frase directa: “Ningún presidente ha trabajado más por preservar nuestras tradiciones”.
Pero esta ofensiva tiene capas más profundas: la relación entre Trump y el dueño del equipo, Josh Harris, un multimillonario del mundo financiero que nunca ocultó su preferencia por el Partido Demócrata. Harris fue uno de los principales donantes de la campaña de Joe Biden en 2020, y aunque desde que compró la franquicia en 2023 ha evitado confrontaciones políticas, ahora entró sin querer en una disputa política y cultural.
Presión en la capital
El estadio propuesto se ubicaría en terrenos que hasta enero de este año pertenecían al gobierno federal. Pero tras una negociación encabezada por la alcaldesa Muriel Bowser y aprobada por el Congreso bajo mayoría demócrata, el sitio fue transferido al Distrito de Columbia con el objetivo de ser reurbanizado.
Trump considera esa transferencia una oportunidad para presionar. Asegura que, si no hay un regreso al nombre Redskins, usará todas las herramientas posibles para bloquear el desarrollo del estadio.

La respuesta en D.C. no tardó. “No he escuchado a ningún residente quejarse del nombre Commanders. Esto no es un problema relacionado con el estadio”, dijo el presidente del Consejo local, Phil Mendelson. La alcaldesa Bowser, por su parte, ha insistido en que el proyecto no se detendrá ni se condicionará a un nombre que ya fue archivado.
Y sin embargo, la presión existe. El Comité de Supervisión y Reforma Gubernamental, dominado por republicanos, ya ha exigido una votación urgente sobre el proyecto del estadio.
¿Qué puede hacer Trump?
Trump puede hablar, sugerir, presionar. Pero no tiene la autoridad legal directa para forzar a un equipo profesional a cambiar de nombre. La franquicia es privada y cualquier decisión en torno a su marca depende de su propietario y de la NFL.
Lo que sí puede hacer es complicar políticamente el camino. Existen al menos cinco vías por las cuales podría ejercer presión desde la presidencia:
- Congelar el presupuesto de D.C.: aunque la ciudad tiene autonomía, su presupuesto debe ser aprobado por el Congreso. Trump podría alentar recortes o condicionar fondos federales vinculados al estadio.
- Ejecutar una cláusula de reversión: si D.C. no reurbaniza el terreno, el Departamento del Interior podría, en teoría, reclamar su propiedad.
- Impulsar una nueva ley para invalidar la transferencia del terreno.
- Presionar a organismos regulatorios que revisan el diseño y la viabilidad del proyecto, como la Comisión de Bellas Artes.
Aun así, cada una de estas opciones requeriría el respaldo del Congreso, tiempo y un clima político favorable.
Trump ya había hecho del nombre Redskins una causa simbólica en su primer mandato. En 2013 criticó a Barack Obama por sugerir que el equipo lo abandonara, y ha utilizado el tema como una bandera contra lo que llama la “cultura de la cancelación”.
En sus mensajes recientes, Trump asegura que incluso nativos americanos quieren el regreso del nombre, pese a que múltiples organizaciones indígenas lo han rechazado públicamente por su carga ofensiva. El National Congress of American Indians ha calificado el término como deshumanizante y racista.

Del otro lado está Josh Harris, dueño del equipo desde julio de 2023. Empresario del sector financiero, co-propietario de los 76ers y los Devils, Harris ha intentado reconstruir la imagen del equipo luego de la turbulenta era de Dan Snyder. Bajo su mando, se ha reforzado la identidad Commanders con inversiones en mercadotecnia, uniformes, comunidad e imagen.
Mientras los Commanders concentran su atención en ganar apoyo local para el estadio, la Casa Blanca parece jugar en otro tablero. Karoline Leavitt, joven y combativa portavoz de Trump, ya comenzó a insertar el tema en la agenda nacional.
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El Consejo de D.C. tiene programadas dos audiencias sobre el estadio este mes. Fuera de esas salas, la batalla simbólica se libra en otro campo: el de la narrativa. Para Trump, recuperar ese nombre no es una meta deportiva, sino una demostración de fuerza cultural, aunque legalmente no pueda hacerlo.
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